Ha
sido para mí una experiencia fantástica. El enclave es una preciosidad y
contemplar allí, rodeado de esa naturaleza rural, las obras de Eduardo
Chillida, me parece una gozada. Además, el caserío está muy bien rehabilitado,
manteniendo su estilo original y adecuándolo para contener unas obras
escultóricas muy bonitas.
Ni
soy crítico de arte, ni entiendo de técnicas artísticas. Simplemente me limito
a contemplar la obra de este artista y siento como me emociono con su visión.
Recuerdo que mi padre (músico) cuando alguien le comentaba que no entendía de
música, le contestaba sencillamente: “la música no hay que entenderla; hay que
sentirla”. Esto es lo que a mí me ha pasado visitando Chillida Leku.
No
merece la pena que me extienda más. Simplemente repetir que ha sido una de las
emociones artísticas más grande de mi vida. Sin duda alguna, volveré en mi
próxima visita al Pais Vasco