Ayer finalizaba uno de los tres ciclos de conciertos que anualmente programa la Orquesta y Coro Nacionales de España en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. El colofón, no podía ser mas prometedor: estaba programada la Novena Sinfonía de Beethoven. Para los que amamos la música sinfónica es una de las obras maestras. La expectación era grande, como corresponde a estas ocasiones.
No soy crítico de música ni nada por el estilo. Soy un simple aficionado que lleva escuchando conciertos de música clásica muchos años. Incluso tuve la gran suerte de poder escuchar los últimos conciertos dirigidos por el, a mi juicio, mejor director que ha tenido la Orquesta Nacional: Ataulfo Argenta. Como es lógico, también he tenido el infortunio de tener auténticas decepciones, bien sea porque la obra ejecutada era incapaz de entenderla, o bien porque la ejecución era, a mi juicio, realmente penosa.
Pues bien, ayer sufrí una de esas decepciones. La obra programada es, como he dicho antes, una maravilla en sí misma. La Orquesta Nacional tiene un plantel de profesores a los que he visto interpretar infinidad de obras, con una calidad muy alta. El Coro Nacional, canta de maravilla. Y los solistas que cantaban ayer eran de alto nivel, destacando sobre todos, a mi juicio, el barítono Williard White, al que nunca había oído. Pero todo este tinglado ha de ser dirigido por alguien. Y ese alguien era ayer D. Josep Pons, director titular de la Orquesta Nacional. ¡Qué pena de ejecución!. O si se quiere, fue, a mi juicio, una “ejecución” en toda regla.
Es, con diferencia, la peor Novena que he escuchado en mi vida. A mí me pareció que el Sr. Pons, nos “deleitó”, con una pachanga beethoveniana con apariencia de Novena Sinfonía. Ya es difícil que una obra como ésta no emocione a un melómano, incluso a un no iniciado en música clásica. Es tan grande la obra y tiene tantos matices magistrales que requiere una dirección seria, sentida e interpretada de tal modo, que haga vibrar a todos los espectadores. Y ayer, en mi opinión, el Sr. Pons no supo dirigir esta obra maestra. Fue una dirección demasiado acelerada, sin matizaciones, sin dominar las transiciones maravillosas que contiene esta obra, sin modular adecuadamente las intervenciones de cada cuerda orquestal y sin adecuar debidamente la orquesta y el coro. Repito, siempre en mi opinión, una verdadera pena. Hay obras que a algunos les vienen grandes y yo creo que la Novena no es del tamaño del Sr. Pons. Esperemos que en próximos ciclos tengamos la suerte de escuchar alguna otra interpretación de la Novena de Beethoven, a la altura de la obra.