sábado, 28 de diciembre de 2013

LOS SANTOS INOCENTES


             La tradición cristiana celebra hoy la fiesta de los Santos Inocentes. Cuando yo era joven, es decir hace muchos años, era típico que en este día se gastaran todo tipo de bromas; la mayoría de ellas ingeniosas y alguna que otra pesada. Esta costumbre se ha ido perdiendo con el transcurso del tiempo. Ya no es habitual ver cómo los comerciantes de los mercados de abastos, que eran los principales animadores de esta jornada divertida, llamarle al que había sufrido una “inocentada”: ¡inocente, inocente ...!. Ya no vemos por las calles a gente con monigotes colgados en la espalda, ni cosas por el estilo. Hoy los tiempos han cambiado y mucho. Esa tradición ya ha pasado. O mejor dicho, se ha extendido en el tiempo. Quiero decir que la “fiesta de los Santos Inocentes” se celebra todos los días del año.

            De entrada, ya no nos encontramos con una tradición. Estamos metidos (y de lleno) en una situación permanente de engaño, no de broma, que nos convierte no en inocentes, sino en ciudadanos engañados. Cada día nos encontramos con una nueva “inocentada” más cruel que la de ayer. Que si la luz va a subir un 11% y luego no es así, solo un 2,3%, pero que subirá. Que si las pensiones subirán un 0,25 %, eso sí, sin aplicar aún el nuevo índice ISC (el índice que nos sale de los cojones). Que si en este año que acaba, casi 300.000 personas habrán perdido su empleo, a pesar de lo cual se dice que “estamos mejor”… … . Y así seguiríamos hasta cansarnos.

            Por no hablar de las inocentadas de Bárcenas, Blesa, y todo ese ejército de “inocentes criaturas”, a los que imagino celebrando su fiesta, contando las ingentes cantidades de dinero defraudadas a los ciudadanos: a esos tontos útiles a los que seguirán engañando una y otra vez. 

Podríamos recordar también las inocentadas de Dª Ana Botella (que elija el lector la que más le guste), del Sr. Gallardón y su Ley del Aborto (¿o del aborto de ley?), del Sr. Fernandez Díaz y su Ley de “in Seguridad”  Ciudadana. Y de tantos y tantos inocentes políticos que dicen gobernarnos, siguiendo fielmente las instrucciones que reciben permanentemente de los verdaderos dueños de este cortijo, antes llamado país.  

            Quisiera recuperar la tradición de la “inocentada de barrio”, volver a ser inocente solo por un día y compartir esas bromas con mis convecinos. También quisiera, que esos inocentes a los que acabo de referirme se fueran a hacer puñetas (por decirlo finamente) y dejaran en paz a la ciudadanía. Me encantaría que los Reyes Magos nos trajeran una clase política honrada, capaz de resolver los problemas de quienes les han elegido y de generar una convivencia normal entre todos nosotros. Hago estas peticiones a los Reyes Magos, porque a los otros no les veo por la labor.

En fin, como puede apreciarse claramente, yo sí que soy un inocente de los de tomo y lomo. Voy a ver si me quito el monigote que se me ha colgado a la espalda él solito.