martes, 15 de diciembre de 2009

PENSAR: UN PELIGRO.

Dice El Diccionario de la RAE que Pensar es: 1) “Imaginar, considerar o discurrir”. 2) “Reflexionar, examinar con cuidado algo para formar dictamen”. 3) “Intentar o formar ánimo de hacer algo”. Ahí es nada. Todo un esfuerzo encaminado a no estarse quieto mentalmente.


Sin embargo, pensar no está de moda; incluso está mal visto. Esta sociedad en la que nos toca vivir, trata de moldear individuos de mente plana, uniformes, dóciles y fáciles de manipular. Los poderosos, los que manejan esta sociedad desde sus centros de poder, se ocupan incesantemente de utilizar los potentes medios que también dominan, para conseguir el fin perseguido. De esta forma, la TV. nos dice cómo tenemos que ser, qué es lo que se lleva, dónde y qué debemos comprar; nos tiene entretenidos, ora con un partido de fútbol, ora con un maravilloso programa de cotilleo. Esa misma televisión, también nos quiere mantener informados y nos traslada diariamente, debidamente “filtrados”, los acontecimientos mas diversos que se han producido, tanto en nuestro entorno mas cercano, como en todo el mundo. Y nosotros, fervientes telespectadores, no tenemos que realizar ningún esfuerzo para tragarnos lo que nos echen. No nos tenemos que ocupar de pensar nada; nos lo dan ya todo pensado. Tan solo tenemos que digerirlo, aceptarlo y seguir las directrices sociales marcadas por los poderosos que dominan el cotarro.

Pero de repente, a algunos tipos raros les da por pensar. Comienzan a reflexionar, a hacerse preguntas sobre las cuestiones más variadas y a no aceptar alegremente las informaciones que les quieren meter en sus cerebros. Acaban de iniciar una actividad muy peligrosa para la armonía de esa sociedad. Pero esta actividad que tanto asusta a los poderosos, satisface a los que piensan. Además de esta rara actividad de pensar, suelen derivarse efectos provechosos para el resto de la sociedad, a pesar de que los poderosos vean peligrar su chiringuito.

Recuerdo, recién nombrado Director de Sucursal de la entidad en la que trabajaba, que después de una exposición del Director Comercial sobre la necesidad de vender un determinado producto financiero, se me ocurrió contra argumentarle de forma razonada, sobre algunos inconvenientes del tal producto. Contestó a mi propuesta diciéndome: “Tú no estás aquí para pensar; para eso está el Jefe de Estudios”. Desde entonces comencé a sentirme como un poco raro entre mis compañeros. Yo era un tío que pensaba por mi cuenta, que “examinaba con cuidado algo para formar dictamen”. Un caso perdido, un discrepante, le comentaron a mi mujer algunos de mis compañeros. Tuve la gran suerte de poder mantener esa independencia hasta que dejé de trabajar. No fue tarea fácil, pero a mí me produjo hondas satisfacciones profesionales y personales. Y sobre todo, me hizo crecer como persona.

Cuando llegó el momento de mi prejubilación, con 55 años, soy consciente de que más de un directivo con mayor nivel en el organigrama que yo, brindaría por mi marcha. Ya no volvería a estorbar.

El pasado viernes cuando me dirigía a clase, al pasar por uno de los carteles indicadores de la Universidad Carlos III de Getafe, vi un graffiti que rezaba así: “Pienso, luego estorbo” y al lado el símbolo de la acracia. Iba con prisa y cuando asimilé lo que acababa de leer, volví sobre mis pasos, saqué el móvil y fotografié el documento que encabeza este comentario. Me sentí plenamente identificado con el autor de la pintada. Pienso seguir estorbando todo el tiempo vital del que disponga.


sábado, 5 de diciembre de 2009

El Paro, Afganistán y el Crucifijo.

El pasado jueves nos desayunábamos con la noticia de que en el mes de Noviembre el número de parados se había incrementado en 60.593 personas más, y que el crecimiento de desempleados en 2009, había sido de 879.677 personas. La cifra total de parados a finales de noviembre era de 3.868.946 millones de personas.


El miércoles nos decían los periódicos que el Sr. Obama anunciaba una “estrategia de salida” de Afganistán y para ello enviará 30.000 soldados más. España aportará solo 200 soldados más.

Y finalmente, el viernes nos enteramos que en el Congreso ERC y PSOE hacen una petición al Gobierno para que retire los Crucifijos de los Colegios. Zapatero dice que “no está en su agenda” este tema.

Son tres noticias que se han sucedido casi simultáneamente, muy dispares entre sí, pero que a mí me han hecho pensar. Me parecen tres tragedias que las tenemos delante de nuestros ojos y que de tanto verlas nos causan indiferencia. En mi opinión, esto es lo grave: la indiferencia. Por eso quisiera profundizar un poco sobre ellas y sobre el alcance que tienen las tres. O al menos a mí me lo parece.

“El deterioro laboral se frena con una menor alza del paro en noviembre”, encabeza su artículo L. Abellán en El País, pagina 18, el pasado jueves. El Ministro de Trabajo habla de “un cambio de tendencia; una inflexión importante”, se lee un poco mas adelante. ¿Por qué ese afán de suavizar este gravísimo problema?. Las cosas que hay que oír cuando alguien no tiene ni idea de qué hacer para resolver un asunto tan grave. De acuerdo que el problema no es del Ministro de Trabajo solamente. El problema es del Gobierno, de la Oposición, de los Empresarios, de los Sindicatos. Pero sobre todo, de esas 3.868.946 personas, plenamente identificadas, con su vivencia personal e intransferible y con la tragedia de no tener ocupación. No es una masa amorfa y anónima: ese es el error de nuestra indiferencia. Quizás tengamos algún parado en nuestra familia o entre nuestras amistades, lo cual nos permite conocer mínimamente la situación de todos y cada uno de ellos, de esos casi cuatro millones de desempleados.

El Presidente de los todopoderosos USA, pretende que al inicio del verano que viene haya 100.000 soldados americanos en eso que llaman “teatro de operaciones”, en Afganistán. Obama “quiere levantar la moral de los combatientes y frenar urgentemente el avance de los talibanes y de Al Qaeda”. A su vez presiona para que la OTAN envíe 10.000 soldados más que incrementen los 36.230 soldados que mantiene hoy en Afganistán. De esos 10.000 más, a España nos tocan “solo” 200.

En estos días estoy finalizando la lectura de “Mil soles espléndidos” de Khaled Hosseini, autor afgano, que anteriormente escribió “Cometas en el cielo”. Tanto en una como en otra novela, hace unas descripciones muy concretas de la realidad de la sociedad afgana y de los apoyos internacionales a una u otra causa bélica de este complicado y peculiar país. De este modo pude conocer que los USA, que ahora combaten a los talibanes, antes los armaron en su lucha contra los soviéticos. También se aprecia claramente en la lectura de estas novelas el nulo interés de los extranjeros, sean rusos, americanos o de donde sean, por la sociedad civil afgana; y esa es la tragedia que yo veo. La población civil simplemente sufre y muere en esta guerra que no le incumbe y que tras un barniz religioso, esconde un interés económico puro y duro. Desde luego, ninguno de los extranjeros que combaten en Afganistán va a mover un dedo para, por ejemplo, cambiar la penosa y ancestral situación de la mujer afgana. Espero que mi amigo Luis Fernando (http://luferura.blogspot.com/) algo nos cuente al respecto cuando regrese a casa.

Lo de los símbolos religiosos en los edificios públicos me parece un debate estéril e inútil. Simplemente se haga cumplir la ley y en paz. Con la agenda de Zapatero o sin ella. Si somos un Estado laico (que creo que lo somos), sobran los crucifijos de los lugares públicos. Cada uno es muy libre de ser cristiano, católico, musulmán o ateo. Pero también cada uno tenemos el derecho constitucional de exigir el cumplimiento de esa condición laica que nos otorga la Constitución. Por favor, dejemos ya de una vez por todas, de enarbolar el crucifijo como arma arrojadiza y sacarla a la palestra cuando mas nos convenga. ¿Nos parecen pocas las víctimas causadas a través de nuestra historia por motivos religiosos?. Recuerdo lo que el loco D. Quijote, en un momento de cordura, le decía a su compañero: “con la Iglesia hemos topado Sancho”. Qué gran verdad. Yo le pediría por favor a la Iglesia, que deje en paz al personal y que cada uno piense como quiera y crea en el Dios que más le apetezca, o en ninguno; que nos deje creer, o no, en el más allá; o simplemente en el más acá. Con su rebaño, pero solo con el suyo, que pastoree cuanto quiera y a poder ser siempre en sus rediles. Al resto déjenos en paz, y gracias por los servicios prestados, si alguna vez los hubo.