Tengo la gran suerte de haber podido disfrutar durante los últimos cuatro meses de la sabiduría, de la sencillez y de la humanidad, de esa gran persona que es Antonio Rodríguez de las Heras. El profesor Rodríguez de las Heras ha desarrollado en el cuatrimestre febrero/junio de este año un curso monográfico destinado a personas mayores (como yo) denominado “Reflexiones sobre el mundo contemporáneo: quince lecturas”, en la Universidad Carlos III de Getafe (Madrid). Este curso, aparentemente sin estructura previa, y tomando como pie para cada una de sus quince sesiones el comentario sobre un libro y su autor, ha conseguido plenamente que los asistentes hayamos reflexionado, y mucho, sobre los temas tratados.
A mí personalmente, me ha aportado un nuevo aire vital. El profesor Rodríguez de las Heras, nos ha llevado por lecturas tan variados, sugerentes y transcendentes como “Del sentimiento trágico de la vida” (Unamuno), “El malestar de la globalización” (Stiglitz), “Tratado de ateología” (M. Onfray), o “La física de la inmortalidad” (Tipler), por mencionar alguna de las quince previstas.
El método expositivo que ha seguido ha sido, a mi juicio, el ideal para tratar de conseguir darle contenido al título del curso. Una introducción al autor que se comentara ese día y posteriormente una o varias lecturas del libro propuesto, eran el hilo conductor para comenzar a desgranar ideas y mas ideas, que surgían entrelazadas como de un cesto de cerezas. Esas ideas expuestas daban pie para interesantísimas intervenciones de los asistentes, para tocar nuevos temas, para generar nuevas reflexiones, … …, para disfrutar con la adquisición de nuevos conocimientos. Los descansos para tomar un café, se han convertido en tertulias culturales en las que continuar con el comentario dejado en clase y seguir disfrutando con la reflexión iniciada en el aula. Y todo ello envuelto en la sabiduría sencillez y humanidad de nuestro profesor.
Mis compañeros de curso y yo, pertenecemos a eso que se ha dado en llamar burocráticamente “tercera edad”. La edad, ese dato administrativo que debe figurar necesariamente en algunos documentos y que no tiene nada que ver con el nivel de frescura intelectual del individuo, sigue siendo utilizado de forma errónea. Los asistentes a cursos como al que me refiero y muchísima gente más, nos encargamos a diario de dejar sin contenido ese absurdo concepto.
Frente a productos milagrosos que ayuden a evitar el envejecimiento que tanto preocupa a una buena parte de nuestra sociedad, hay a nuestro alcance remedios intelectuales mucho más efectivos y gratificantes. Yo he tenido la oportunidad de probarlos y tengo la intención de seguir haciéndolo.
Solo me queda agradecer a mi profesor Antonio Rodríguez de las Heras las inquietudes que ha despertado en mí, las ideas que ha compartido conmigo y las reflexiones que me quedan por hacer.
2 comentarios:
Como dice el refrán español: De bien nacidos es ser agradecidos.
La verdad es que el curso, tal como lo expones, tiene (o tenía) su miga.
Salut
Es muy importante todo lo que cuentas aquí, desde el contenido del curso hasta el importante papel del profesor. Un buen profesor, se encuentre en el sistema que se encuentre, siempre será un acicate para cualquier tipo de alumno. Hacen falta más buenos profesores y menos esquemas en los que encuadrarlos.
Por otro lado también es muy importante lo que dices sobre la edad. Las clasificaciones por edades no llevan más que a compartimentos que nada tienen que ver con la verdadera vida de la persona.
Gracias y un abrazo.
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