Ayer me dediqué a guardar apuntes de los últimos cursos a los que he asistido en la Universidad Carlos III de Madrid, y casualmente encontré un relato, “La compra de la República”, escrito por Giovanni Papini en 1931 y contenido en su libro “Gog”. Lo volví a releer y me pareció oportuno ponerlo a disposición de quien se acerque a este blog.
“LA COMPRA DE LA REPÚBLICA
Nueva York, 22 marzo
Este mes he comprado una República. Capricho costoso y que no tendrá imitadores. Era un deseo que tenía desde hacía mucho tiempo y he querido librarme de él. Me imaginaba que el ser dueño de un país daba más gusto.
La ocasión era buena y el asunto quedó arreglado en pocos días. El presidente tenía el agua hasta el cuello: su ministerio, compuesto de clientes suyos, era un peligro. Las cajas de la República estaban vacías; crear nuevos impuestos hubiera sido la señal del derrumbamiento de todo el clan que se hallaba en el poder, tal vez de una revolución. Había ya un general que armaba bandas de regulares y prometía cargos y empleos al primero que llegaba.
Un agente americano que se hallaba en el lugar me avisó. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York: en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares a la República, y además asigné al presidente, a todos los ministros y a sus secretarios unos emolumentos dobles de aquellos que recibían del Estado. Me han dado en garantía -sin que el pueblo lo sepa- las aduanas y los monopolios. Además, el presidente y los ministros han firmado un convenio secreto que me concede prácticamente el control sobre la vida de la República. Aunque yo parezca, cuando voy allí, un simple huésped de paso, soy, en realidad, el dueño casi absoluto del país. En estos días he tenido que dar una subvención, bastante crecida, para la renovación del material del ejército, y me he asegurado, en cambio, nuevos privilegios.
El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las Cámaras continúan legislando, en apariencia libremente; los ciudadanos continúan imaginándose que la República es autónoma e independiente y que de su voluntad depende el curso de las cosas. No saben que todo cuanto se imaginan poseer -vida, bienes, derechos civiles- depende en última instancia de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí.
Mañana puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma de la Constitución, el aumento de las tarifas de aduanas, la expulsión de los inmigrados. Podría, si me pluguiese, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante y derribar así al Gobierno, obligar al país que tengo bajo mi mano a declarar la guerra a una de las Repúblicas colindantes. Esta potencia oculta e ilimitada me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todos los fastidios y la servidumbre de la comedia política es una fatiga bestial; pero ser el titiritero que detrás del telón puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a su movimiento, es una voluptuosidad única. Mi desprecio de los hombres encuentra un sabroso alimento y mil confirmaciones.
Yo no soy más que el rey incógnito de una pequeña República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido dominarla y el evidente interés de todos los iniciados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y tal vez más vastas e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una dependencia análoga de soberanos extranjeros. Siendo necesario más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un trust, de un sindicato de negocios, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros.
Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son gobernados por pequeños comités de reyes invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza, que continúan recitando con naturalidad el papel de jefes legítimos.”
¿No hay demasiadas coincidencias entre la historia de ficción que cuenta Papini en 1931 y la realidad económico-política de hoy?.
Cada cual que saque sus propias conclusiones.
6 comentarios:
Pues claro que ese relato sigue estando vigente, y hoy más que nunca, Armando. En el caso de España, por ejemplo, estamos convirtiéndonos a pasos agigantados en un protectorado alemán. Los políticos hacen como que siguen mandando, pero las órdenes están siendo recibidas desde Bruselas. La soberanía nacional nunca ha residido en el pueblo español, por mucho que lo diga la Carta Magna, pero es que ahora la señora Merkel va a pintar mucho más que el funesto Zapatero. Quizá sea para bien.
Un abrazo
Es impresionante el relato que nos traes y esa coincidencia de la que hablas con la realidad actual. Quizá siempre ha sido así pero en estos momentos ha quedado bien patente.
Gracias y un abrazo.
Hola Armando:
Me ha dado una gran alegría recibir tu comentario y tu correo.Yo también espero vernos en la vida real, aunque prometo seguirte en la blogosfera. Cuando quieras podemos intercambiar experiencias blogueras.
Un saludo.
El eremita
Armando, una definicón perfecta de lo que está ocurriendo en muchos países, y en clara analogía con lo que exponía en mi blog.
Un saludo.
Me alegra que traigas hoy este relato de Papini. Leí Gog hace mucho tiempo, pero voy a ver si saco un poco de tiempo este verano para volver a leerlo. Un abrazo: emilio
El relato de Papini, efectivamente, tiene su remedo en la España de hoy, pero es mucho más doloroso porque es real y no literatura.
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