
Al hacer la entrada en el hotel, ubicado en la Pl. del Panthéon, es decir, a dos pasos del Bvd. St. Michel y pegado a la Sorbona, escenarios de las movidas más señaladas de París, le hice a la recepcionista la misma pregunta que al taxista. Su contestación fue inequívoca: “Vds. no van a tener ningún problema en París. Podrán comer donde quieran, tomar un café o una cerveza normalmente, ir a los grandes almacenes y, por supuesto, en este hotel no hacemos huelga. Únicamente podrán encontrar dificultades en el transporte público”.
La cosa estaba clara. Haríamos la vida normal de turista que solemos hacer cada vez que estamos en París. Los problemas que hubiera con el transporte público nos iban a afectar poco; estamos muy bien ubicados y además nos encanta pasear por París.
Al día siguiente, el día de la huelga, desayunamos, como de costumbre, en un café al lado del hotel. En el café había un buen número de clientes; nada anormal. Al lado del café hay una sucursal de BNP Paribas, que estaba trabajando normalmente. Las tiendas estaban abiertas prácticamente todas. En el camino desde la Pl. del Panthéon hasta el Sena, recorriendo la orilla izquierda, pasando por el puente de las Artes, caminando por la orilla derecha, rue Rivoli, Pl. del Mercado de St. Honoré, rue de St. Honoré (supercomercial), hasta Pl. Vendôme y Pl. Madelaine, es decir, en un recorrido largo (unos 10 kms.) y significativo, quizás contáramos cinco o seis comercios cerrados. En la calle un poco menos gente que en un día normal. Por supuesto, comimos tranquilamente donde creímos oportuno y, en ningún momento, vimos el mínimo conato de alboroto o violencia. Ni un solo “piquete informativo”, que dicho sea de paso, me parece un anacronismo en la era de la información. Otra cosa es la función coercitiva que en España damos a esa figura falsa del “piquete informativo”.
El camino de vuelta al hotel, lo hicimos por otro recorrido. Prácticamente por toda la orilla izquierda del Sena, por el Bvd. St. Germain hasta el Bvd. St. Michel, con la misma normalidad que habíamos hecho el recorrido de la mañana.
Cuando nos acercábamos al Bvd. St. Michel, vimos que la policía había establecido algunos cortes de calles. Luego comprobamos que el motivo era la manifestación de protesta, complementaria de la convocatoria de huelga, que debía pasar por el citado boulevard. Esta circunstancia me permitió ver, “in situ”, mi primera manifestación francesa, motivada por la protesta sindical en contra de la ley que pretende alargar la edad de jubilación de los 60 a los 62 años. Al disponer mi pequeña cámara de fotos de una función de video, grabé unos minutos de esta manifestación que he colgado en You Tube: http://www.youtube.com/watch?v=2-orjyS6FxYHasta aquí los hechos tal y como los viví ese día. Mis conclusiones posteriores son las siguientes:
1.- Se percibe, a la legua, que en Francia sí hubo Revolución Francesa y que sí tienen perfectamente culturizado eso de la ciudadanía. Nos llevan 200 años de adelanto en este tema.
2.- Tan importante es el derecho constitucional de hacer huelga como el de no hacerla. La ventaja francesa es que de verdad se cumple. Ni un solo atisbo de violencia. Unos ejercían un derecho y otros el otro. Nadie se metía con nadie. Cada cual iba a lo suyo.
3.- La huelga estaba convocada, para protestar por una ley que se está estudiando y que aún no está aprobada. Aquí, los sindicatos han convocado el pasado mes de mayo o junio (no recuerdo bien), una huelga para protestar por una ley (la de la Reforma Laboral), que ya ha sido aprobada por las Cortes hará unos quince días. ¿No suena a cachondeo?.
4.- El área metropolitana de París, está poblada por mas de 12 millones de personas. Los sindicatos franceses hablaban de un seguimiento de la huelga (en toda Francia) de unos 3 millones de personas (el 25 % de la población del área parisina). El gobierno hablaba de 1 millón de huelguistas (el 8,3 % de la misma población).
5.- Tuve la oportunidad de conversar, durante la manifestación, con algún representante sindical, concretamente de la CGT. Intercambiamos puntos de vista y pareceres, con un respeto mutuo que nunca he visto en los representantes sindicales con los que me he topado en mi larga vida laboral (40 años). Mi interlocutor esgrimió sus argumentos (por cierto muy coherentes) y yo le hice algunas puntualizaciones que incluso agradeció. A eso le llamo yo ciudadanía. Al respeto mutuo de las ideas de todos los ciudadanos. Y en un momento tan propicio para el apasionamiento, como es una manifestación sindical, aquel ciudadano no perdió la compostura ni su condición ciudadana en ningún momento.
Al margen de consideraciones de otro tipo, que no vienen al caso, tengo que confesar que me dio una gran alegría, ver la lección de ciudadanía que estaba recibiendo gratuitamente. Mi frustración consiste en que yo no espero ver esa lección de ciudadanía en mi país en mucho tiempo. Mañana podría ser una buena fecha para que me tuviera que tragar mis palabras, cosa que haría con mucho gusto. Espero y deseo que mis hijos o como mucho mis nietos, puedan disfrutar de estos espectáculos ciudadanos, como el que yo viví en París, en Madrid, Barcelona, Sevilla o en cualquier pequeño pueblo de nuestro país.