El pasado viernes viernes 29 de julio, publicaba el diario ABC en su página 3 (“La Tercera”) un artículo firmado por Serafín Fanjul, catedrático de Estudios Árabes y miembro electo de la Real Academia de Historia. El artículo se titula “Carmen y la Spanish Revolution”.
No tengo elementos de juicio para cuestionar los conocimientos de este señor, tanto en lo que se refiere a Estudios Árabes, como a sus conocimientos de Historia. Pero, de la lectura del referido artículo, puedo colegir que además de ser catedrático y académico, es un profundo ignorante. Dice el dicho popular: “no hay peor ignorante que el que no quiere saber”.
El Sr. Fanjul, no quiere saber del presente que tiene ante sus ojos. Se pierde en sesudas disquisiciones académicas e históricas sobre el estereotipo de la España de Merimée y su “Carmen”, pero es incapaz de ver la evidencia de los cambios que se están produciendo en nuestra sociedad (que también es la suya, mal que le pese) a una velocidad que, por lo visto, también le supera.
Alude el articulista repetidamente a los “indignados” de la Puerta del Sol y se deduce fácilmente de sus afirmaciones que no son santo de su devoción. Es curioso que en un artículo en el que se explaya sobre los estereotipos de la vieja España, emplee él mismo un estereotipo: “chusma apasionada y anárquica” al referirse a los cientos de miles de ciudadanos que han mostrado su rechazo al sistema político y socioeconómico que nos domina y que ha provocado la crisis que estamos soportando.
No dudo que el Sr. Fanjul sea un gran conocedor del episodio de la “Carga de los Mamelucos del 2 de mayo de 1808”, pero cuestionar la inteligencia de la mayoría de esos “obsequiados por la prensa con la denominación indignados”, es pasarse un pelín (por decirlo finamente).
Decir que “Las chabolas y la fauna de la Puerta del Sol (toleradas cuando no auspiciadas por el ministro del Interior y por el alcalde de Madrid)”, es una falacia (“engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien (RAE)”. Desde luego eso de ser académico no está reñido con ser mentiroso.
Más adelante afirma que “durante unos días la prensa internacional -cuyos corresponsales parecen no enterarse de nada, obstinados en encontrar la verdadera España como los viajeros del XIX – confundiera al don José de Carmen con la sombra del Cojo Manteca y los chamizos plantados contra Esperanza Aguirre (la única a la que han distinguido con insultos personales) con la maravilla neoclásica de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla. La Spanish Revolution dio la vuelta al mundo: de nuevo emergía la chusma apasionada y anárquica que tanto gustaba ensalzar (en España) a Merimée; al rebufo de Túnez y Egipto periodistas anglosajones se creían los cartelitos con las dos palabras y media de inglés que conocían los acampados, tan alienados y rendidos ante el idioma imperial - ¡qué originalidad! – como vulgares ejecutivos de AZCA a quienes dicen detestar ”. Voy a evitar comentar las chorradas contenidas en el entrecomillado, por aquello de guardar la compostura y el respeto a las personas, que el Sr. Fanjul es incapaz de guardar.
De esta guisa, ofendiendo repetidamente a los “indignados”, de los que dice entre otras cosas, que “se peinan poco” (él tampoco tiene mucho pelo que peinarse), transcurre el referido artículo.
No soy más que un simple ciudadano, preocupado por lo que sucede a mi alrededor, en la sociedad en la que vivo y en el momento actual, al que le gusta enterarse de las cosas antes de opinar sobre ellas. Me gusta estar al día y trato de conocer lo que otros, con mayores conocimientos y experiencia que yo, opinan sobre los cambios sociales que se están produciendo. De esta manera he conocido la opinión de Stéphane Hessel en sus libros “Indignez-vous!” y “Engagez-vous!” (“¡Indignaos!” y “¡Comprometeos!”), o la de los once autores que Rosa María Artal ha coordinado para publicar “Reacciona” (J. Luis Sampedro, Federico Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, Juan Torres López, etc.). Y la de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, en sus libros “El malestar en la globalización” y “Caída Libre”. Quizás el Sr. Fanjul todavía no haya leído estos textos.
También he acudido a alguna reunión de “indignados”, en la que pude observar además de jóvenes, gente de todas las edades, e incluso jubilados como yo. No sé si el Sr. Fanjul habrá acudido a alguna de estas reuniones (de acceso libre), pero la “fauna”, como él nos denomina a los que acudimos a estos actos , se expresaba con una corrección y respeto hacia el resto de asistentes, que dista mucho del estereotipo que quiere reflejar el articulista. Es curioso que hasta Joseph Stiglitz, , haya tenido la “ocurrencia” de dirigirse a esos “indignados”, en una de las múltiples reuniones que siguen celebrándose, animando a los que creemos en el cambio social que se está llevando a cabo, a continuar en nuestro empeño.
Tiene mucho mérito llegar a ser catedrático y académico; requiere mucho esfuerzo y preparación y el Sr. Fanjul lo ha conseguido. Dejar de ser ignorante es mucho más sencillo. En la mayoría de las ocasiones basta con abrir un poco los ojos y darse cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor todos los días.
5 comentarios:
Esta gente suele estar muy pagada de sí misma, sentada en su intocable pedestal. Por eso todo lo que suene a cambio o revolución les chirría, no vaya a ser que les despojen de sus prebendas. Según pp.cc. (ir-) la generación de los nacidos entre el 40 y el 55 ha expoliado a sus hijos, y creo que en el fondo no se puede negar, aunque las generalizaciones sean injustas. Ahora esos hijos han perdido el miedo y claman justicia. Es normal.
Un abrazo.
Pues yo tampoco conozco a este sr. Fanjul.Tal vez sea un extraordinario arabista. Pero, por lo que cuentas, ni entiende, ni quiere entender nada de lo que está pasando. No me extraña que un diario como el que citas dé cobijo a este tipo de articulistas.
Hasta hoy, tenía alergia a sus páginas y no sabía por qué. HOY he empezado a comprender...
Un abrazo: emilio
Amigo Fernando, desconozco a "pp.cc" y lo que quiere decir. Yo nací en 1944 y he vivido años de grandes carencias materiales, "pensamiento único", colegio religioso de misa diaria, etc. etc., hasta llegar al advenimiento de la democracia. Nuestra juventud fué bastante diferente a la de nuestros hijos y, algunos, que tuvimos la fortuna de hacer estudios universitarios (trabajando a la vez, en mi caso), éramos privilegiados. Es cierto que, como consecuencia de las carencias materiales de aquellos jodidos años, muchos padres, sobre todo de clases bajas, pusieron a trabajar a sus hijos a edades demasiado tempranas. No trato de justificar el hecho, solo de explicarlo y de comentar la situación de precariedad, tanto material como cultural. El "obrero", no entendía que su hijo fuera a la Universidad con el hijo del "señorito".
Hoy esto prácticamente no sucede y me llena de satisfacción. Es más, hoy van a la Universidad de Mayores muchos de los que entonces no pudieron ir de jóvenes. Y yo aprendo de ellos curso a curso.
Un fuerte abrazo.
Amigo Emilio, leo el ABC cuando voy a visitar a mi padre (92 años) que lo lee a diario. Por supuesto ni se me ocurre incomodarle con mis opiniones.
Cuando leí el artículo que comento, lo mismo que cuando leo a otros de sus colaboradores (Hermann Thertsch, Jose Mª Carrascal, etc. etc.), editorialistas o muchas de las "Cartas al Director", pienso que muchas cosas de las que pasan tienen un por qué muy arraigado. Pensaba yo, inocentemente, que nuestra sociedad podría estar más avanzada en respeto hacia los demás y despojada de esa intransigencia e hipocresía que tanto me "repatea". Craso error. Puedo constatar, cada vez que leo el ABC, que hay una gran masa de población (sus fieles lectores), anclados en los, en mi opinión, prejuicios y estereotipos más peligrosos socialmente hablando.
Lo voy a dejar, que me embalo.
Un abrazo.
En el tema paterno tenemos cosas en común. La diferencia es que mi padre, aunque con unos años menos que el tuyo, ya no puede leer el periódico y por tanto me evito tener que comprarselo y mirar de reojo algunos artículos. Y digo de reojo porque si los miro de frente me sube la bilirrubina :)
PD. ...Y ya -afortunadamente- no son tantos. Un abrazo: emilio
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