En estos últimos días se está hablando
mucho del escándalo de las “tarjetas opacas” de Caja Madrid (http://bit.ly/1xtYo0Z) y de la utilización que
han hecho de ellas ese selecto grupo de consejeros y altos directivos de Caja
Madrid y de Bankia (http://bit.ly/1xTwlIu).
Todos los medios de comunicación dedican una gran parte de sus espacios a
difundir detalladamente cómo y en qué gastaron esos 15,5 millones de euros de
los que se está hablando. Y me parece importante que se haga así. Sin embargo creo
que se nos está olvidando, el costosísimo y desastroso final que tuvo Caja de
Madrid. Los 15,5 millones de euros son el chocolate del loro, la punta de un
gran iceberg de ruinosas y descabelladas operaciones financieras, que nos han
costado a los contribuyentes 22.424 millones de euros y al juez Elpidio Silva
17,5 años de inhabilitación.
Ese desastroso final
comenzó el 6 de septiembre de 1996, con el “Acuerdo PP-CCOO sobre Caja Madrid” (http://bit.ly/1netKI4). Este acuerdo fue el
que permitió el nombramiento de Miguel Blesa, a la sazón íntimo amigo de José
María Aznar, como presidente ejecutivo de aquella Caja de Ahorros. Con este enjuague,
se echaba de la Caja, antes de finalizar su mandato, al anterior presidente
Jaime Terceiro. A Terceiro le había dado
por pensar sobre las Cajas y llegó a la conclusión de que: “están indefinidos tanto sus derechos de propiedad como su formulación jurídica”
y
también que: “Hay que
aumentar la transparencia y rendición de cuentas, señalando que, de no llevar a
cabo estas reformas, se originarían graves riesgos en la gestión de las mismas”
(http://bit.ly/1vPqzqN).Terceiro se convertía
en un peligroso enemigo. Estaba poniendo el dedo en una llaga muy delicada.
¡Mejor que se vaya!
De
esta manera dio comienzo la nefasta gestión de Blesa y de los equipos
directivos de los que se rodeó. En tan solo trece años acabaron por arruinar
aquella Entidad, que en 1992 fue elegida, por segundo año consecutivo, como la
Caja del año, por sus índices de solvencia, rentabilidad y productividad (Revista
Ranking, nº 49, junio 1992). Me atrevo a decir que Blesa ha sido el tío más
inútil que ha pasado por Caja de Madrid. Nunca llegó a saber (seguramente no
quiso) cuál era el objeto social de aquella Caja. A él tan solo le importaba su
objetivo personal. La historia ha dado suficientes pruebas de ello. En sus
trece años de mandato, se pueden encontrar las más disparatadas operaciones
crediticias, totalmente impropias de una caja de ahorros; o las faraónicas y
frustradas inversiones más descabelladas. Pero se me olvidaba, una vez más, que
Blesa ni tenía, ni quería saber qué era eso de una caja de ahorros. Él se
encontraba tan a gusto en su cortijo, con sus colaboradores lameculos, que bien por activa o por pasiva, aprobaban
unánimemente las barbaridades que se planteaban. Solo unos botones de muestra.
En 2007 Caja Madrid
lidera un crédito sindicado de 4.100 millones de euros, aportando 1.000 millones, para financiar la fusión
de Martinsa-Fadesa. En julio de 2008 Martinsa-Fadesa presentó Concurso de
Acreedores (Suspensión de Pagos) por importe de 7.000 millones de euros, la
mayor (hasta hoy) de la historia de España. ¡Y Blesa se quedó tan tranquilo!.
Otro ejemplo de la
grandiosidad de las cagadas de Blesa. En 2009 Caja Madrid compra a Repsol, por
815 millones de euros la “Torre Foster” con el fin de convertirlo en su sede
principal. La grandiosa compra de Blesa no tuvo el destino que él había
pensado: convertir la torre más alta de Madrid en la sede de su
cortijo. A los cuatro años de irse Blesa, en octubre de 2013, el fondo
soberano Abu Dhabi IPIC, propietario de Cepsa, firmó con Bankia una operación
por la que petrolera ocupará, en régimen de alquiler, el rascacielos como sede.
De esta manera Bankia se quitó un problema de mucho cuidado. ¡Y Blesa tan
tranquilo!.
Y la que yo creo que fue,
no ya una cagada, sino una estafa en toda la regla. Me refiero a la emisión y
colocación en el año 2009 de 3.000 millones de euros en Participaciones
Preferentes (http://bit.ly/11oZpgv). El 99
% de esas Participaciones se colocaron entre clientes particulares a los que se
engañó, siguiendo las directrices marcadas por los máximos responsables de Caja Madrid. Y, como siempre, ¡Blesa tan
tranquilo!
Hay que reconocer que es
muy difícil conseguir lo que consiguió este inútil en tan poco espacio de
tiempo. Bien es cierto que contó con la inestimable colaboración de un equipo
de lameculos y desvergonzados en la cúpula directiva; y con todos los partidos
políticos, todos los sindicatos y todas las organizaciones empresariales.
Además, tanto la Comunidad de Madrid como el Banco de España pusieron, no ya su
granito de arena, sino arena a espuertas. Y entretanto, los contribuyentes
aportando, según las cifras publicadas, 22.424 millones de euros. Esta es la
cifra que a mí me parece importante, que no debemos olvidar y que debemos
exigir a los responsables de tanto despilfarro.
Pero me temo lo peor. Hay
tantos intereses por medio, tanta gente implicada (pringada diría un castizo),
que, como en tantas otras estafas y engaños producidos en los últimos tiempos
en este país, al final todo este asunto quedará en agua de borrajas. Y los
22.424 millones de euros se perderán. ¡Qué pena de país!.
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