martes, 23 de agosto de 2016

SOCIEDAD DIGITAL. MUNDO VIRTUAL

             
         Desde su aparición como tal, el ser humano ha sido un ser sociable. Ha necesitado del resto de seres de su especie para subsistir. Y ha evolucionado más que el resto de los seres vivos, porque cuenta con un cerebro superior al del resto de los otros seres, que le permite desarrollar unas habilidades cognitivas superiores, que le diferencian del resto. Pero al igual que el resto de los seres vivos superiores necesita ver al otro de su especie, oírlo, tocarlo, olerlo (aunque huela mal), sentirlo cerca.

            La evolución humana ha llegado en la actualidad a un tipo de sociedad que llamamos digital, que le proporciona al hombre un modo de vida diferente. No creo que sea mejor, pero también creo que no hay que idealizarlo ni menospreciarlo. Hoy solo pretendo dar mi opinión sobre esta nueva “Sociedad Digital” que estamos configurando; sobre el “Mundo Virtual”.

            Estos avances tecnológicos han modificado un esquema de vida tradicional que se ha mantenido prácticamente invariable durante un largo periodo de tiempo. La tecnología digital nos ha proporcionado muchas ventajas materiales. Nos ha evitado  esfuerzos físicos. Ha  puesto a nuestro alcance una infinidad de nuevos inventos que nos evitan esfuerzos que anteriormente debíamos realizar en tareas rutinarias. Nos ha permitido el acercamiento virtual a gentes lejanas, mediante comunicaciones instantáneas con cualquier persona sin importar la distancia. Para qué seguir citando datos de todos conocidos.

            Además de ventajas materiales, esas nuevas tecnologías nos permiten incrementar fácilmente nuestros conocimientos y responder muy positivamente a nuestras inquietudes formativas e intelectuales.

            Todos estos avances han permitido a esta sociedad avanzada, entre otras cosas, ganar tiempo en la realización de tareas rutinarias que nos exigían desplazamientos que hoy consideramos inútiles. Pero ese ahorro de tiempo tiene una contrapartida, que a mí se me antoja muy costosa. Me refiero a que ese tiempo no empleado en antiguas rutinas, hoy me lo consume (quizás hasta me lo roba) las nuevas rutinas tecnológicas; la nueva dependencia del avance técnico. Además, me convierto en presa fácil de la manipulación, por parte de los poderes que manejan esas nuevas tecnologías.

Esos “poderes tecnológicos”, saben dónde estoy, qué necesidades tengo. Me acosan reiteradamente con el ofrecimiento de productos que no necesito. Invaden mi privacidad (si es que virtualmente la tengo), etc. En resumen, ese supuesto tiempo que gano tiene un elevado coste personal que quizás no valoro adecuadamente. Simplemente me dejo llevar por la “cultura virtual”, sin pensar en estas contrapartidas.

            Puede parecer que desdeño esa “Sociedad digital”, ese “Mundo Virtual” en el que sí o sí, me muevo. No. Ni desdeño ni abomino de ello. Simplemente quiero reflexionar sobre el elevado coste que pago por esa comodidad virtual. Sobre el riesgo de aislamiento al que me expongo con mis congéneres más cercanos. Sobre el riesgo de “soledad física” que me puede provocar esa “socialización virtual”. Sobre el riesgo de olvidar mi condición animal (muy importante) y llegar a no escuchar a esa persona que está a mi lado. Olvidar que es alguien real, igual que yo, y que, como yo, siente la necesidad de saberse considerado por el otro. Siente la necesidad de una mirada, de una palabra, de un abrazo, de una caricia, de la cercanía de otro ser igual de importante que él.


            En el mundo cotidiano en el que me muevo, observo cada vez más, la imagen de personas caminando con la vista y la mente clavadas en un artilugio, ajenas a su alrededor; a veces incluso, con riesgo de su seguridad personal. Observo en un restaurante a dos personas, una frente a otra, tecleando su móvil enviando WhatsApp de forma continua, sin mantener conversación alguna con su acompañante. En una palabra, siento una pena enorme por ver cómo esa maravillosa comunicación con la persona más cercana se está perdiendo. Me parece un atraso no tener esa comunicación; con las connotaciones de gestos, cambios de tono de voz, expresiones alegres o tristes, etc. ¡Siento ver a tantos y tantos congéneres desprenderse de algo tan esencial como la cercanía del otro!

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