La
evolución humana ha llegado en la actualidad a un tipo de sociedad que llamamos
digital, que le proporciona al hombre un modo de vida diferente. No creo que
sea mejor, pero también creo que no hay que idealizarlo ni menospreciarlo. Hoy
solo pretendo dar mi opinión sobre esta nueva “Sociedad Digital” que estamos
configurando; sobre el “Mundo Virtual”.
Estos
avances tecnológicos han modificado un esquema de vida tradicional que se ha
mantenido prácticamente invariable durante un largo periodo de tiempo. La tecnología
digital nos ha proporcionado muchas ventajas materiales. Nos ha evitado esfuerzos físicos. Ha puesto a nuestro alcance una infinidad de
nuevos inventos que nos evitan esfuerzos que anteriormente debíamos realizar en
tareas rutinarias. Nos ha permitido el acercamiento virtual a gentes lejanas,
mediante comunicaciones instantáneas con cualquier persona sin importar la
distancia. Para qué seguir citando datos de todos conocidos.
Además
de ventajas materiales, esas nuevas tecnologías nos permiten incrementar
fácilmente nuestros conocimientos y responder muy positivamente a nuestras
inquietudes formativas e intelectuales.
Todos
estos avances han permitido a esta sociedad avanzada, entre otras cosas, ganar
tiempo en la realización de tareas rutinarias que nos exigían desplazamientos
que hoy consideramos inútiles. Pero ese ahorro de tiempo tiene una
contrapartida, que a mí se me antoja muy costosa. Me refiero a que ese tiempo
no empleado en antiguas rutinas, hoy me lo consume (quizás hasta me lo roba)
las nuevas rutinas tecnológicas; la nueva dependencia del avance técnico.
Además, me convierto en presa fácil de la manipulación, por parte de los
poderes que manejan esas nuevas tecnologías.
Esos “poderes
tecnológicos”, saben dónde estoy, qué necesidades tengo. Me acosan
reiteradamente con el ofrecimiento de productos que no necesito. Invaden mi
privacidad (si es que virtualmente la tengo), etc. En resumen, ese supuesto
tiempo que gano tiene un elevado coste personal que quizás no valoro adecuadamente.
Simplemente me dejo llevar por la “cultura virtual”, sin pensar en estas
contrapartidas.
Puede
parecer que desdeño esa “Sociedad digital”, ese “Mundo Virtual” en el que sí o
sí, me muevo. No. Ni desdeño ni abomino de ello. Simplemente quiero reflexionar
sobre el elevado coste que pago por esa comodidad virtual. Sobre el riesgo de
aislamiento al que me expongo con mis congéneres más cercanos. Sobre el riesgo
de “soledad física” que me puede provocar esa “socialización virtual”. Sobre el
riesgo de olvidar mi condición animal (muy importante) y llegar a no escuchar a
esa persona que está a mi lado. Olvidar que es alguien real, igual que yo, y
que, como yo, siente la necesidad de saberse considerado por el otro. Siente la
necesidad de una mirada, de una palabra, de un abrazo, de una caricia, de la
cercanía de otro ser igual de importante que él.
En
el mundo cotidiano en el que me muevo, observo cada vez más, la imagen de
personas caminando con la vista y la mente clavadas en un artilugio, ajenas a su
alrededor; a veces incluso, con riesgo de su seguridad personal. Observo en un
restaurante a dos personas, una frente a otra, tecleando su móvil enviando
WhatsApp de forma continua, sin mantener conversación alguna con su
acompañante. En una palabra, siento una pena enorme por ver cómo esa
maravillosa comunicación con la persona más cercana se está perdiendo. Me
parece un atraso no tener esa comunicación; con las connotaciones de gestos,
cambios de tono de voz, expresiones alegres o tristes, etc. ¡Siento ver a
tantos y tantos congéneres desprenderse de algo tan esencial como la cercanía
del otro!
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