Dice el Diccionario de la RAE que vergüenza es (en su segunda acepción): “pundonor, estimación de la propia honra”. A mí se me antoja que vivimos un momento en el que es frecuente que, sobre todo aquéllos que tienen algún tipo de representatividad social, abdiquen de esta cualidad. Los ejemplos proliferan casi a diario. Esta circunstancia nos lleva a convivir cada vez con más “sin vergüenza”. Vamos, sin tanto remilgo como el que estoy utilizando: a convivir con más sinvergüenzas. Y ahora sí le quiero dar al término toda la carga peyorativa que tiene.
Sin ir más lejos, hoy hemos conocido a través de los diferentes medios de información que el Sr. Díaz Ferrán ha decidido (dice que libremente) no presentarse a su reelección como presidente de la CEOE en las próximas elecciones que él mismo ha convocado para el próximo 21 de diciembre.
El personaje, podría ser uno de tantos modelos de “Sin Vergüenza” que pululan en el panorama social español. De entrada, a mí no me entra en la cabeza (debo ser corto de entendederas), que un fulano que tenía una aerolínea: Air Comet, una aseguradora: Seguros Mercurio y el holding de agencias de viaje: Marsans, Crisol, … , las haya llevado a la quiebra, dejando en la calle a más de 1.500 trabajadores, y sin haber puesto un euro de su patrimonio personal para cubrir el fraudulento desaguisado, haya sido mantenido por sus colegas en el cargo, más de un año después del primer pufo. Un tío que nos sorprende ahora con su lema de “que de la crisis se sale trabajando más y ganando menos” (como diría mi madre: “consejos vendo y para mí no tengo”). Alguien que se ha aprovechado de todo lo que ha estado a su alcance, como por ejemplo de su posición de consejero de Caja Madrid para conseguir ventajosos créditos que finalmente no sé si habrá pagado. Este personaje, por no continuar con más pistas, es un ejemplo. Tiene todas las papeletas como para ser elegido por votación popular el “Sin Vergüenza 2.010”, aunque tiene un buen número de contrincantes y algunos con un perfil tan “adecuado” como el suyo.
Pero sigamos pensando y mirando a nuestro alrededor. El paisaje se me torna desolador. Ya sea en el mundo empresarial o en el político, yo veo sinvergüenzas a cascaporro. Quizás por la edad se me está deteriorando la vista.
En mi opinión, hemos desembocado en una sociedad sin pudor. Los principios éticos y las escalas de valores, cotizan a la baja. Es necesario un giro total y absoluto hacia un modelo regenerativo. Es necesario acabar con estos sinvergüenzas que nos infectan socialmente. Estoy convencido de que es posible, pero hay que actuar; no estar pasivos. Si nos mostramos en la tradicional comodidad que nos caracteriza: “para qué voy a protestar o a quejarme si esto no tiene arreglo”, estaremos propiciando la llegada de nuevos sinvergüenzas. Eso sí, luego nos quejaremos y se nos irá la fuerza por la boca, cuando tengamos la oportuna audiencia de perezosos como nosotros.
4 comentarios:
Así es, Armando. En unos pocos años, casi sin darnos cuenta, hemos pasado de un modelo social basado en la "vergÚenza" a un mundo de desvergonzados en la política, en los medios de comunicación, en el deporte.
Estoy de acuerdo en que es necesario dar la vuelta a esta situación: algunos se conforman con un cambio de ministros en el gobierno, pero nosotros sabemos que eso no es suficiente.
Un abrazo: emilio
La golfocracia extiende sus tentáculos en todos los ámbitos de la vida pública y le es muy fácil hacerlo, porque lo único que tiene que hacer es ocupar espacios que la gente de bien deja libres. El sistema favorece que esto ocurra, el sistema no es inocente. Ahora bien, ¿cómo se combate un chiringuito de mamoneo plenamente institucionalizado cuando los resortes para hacerlo también están diseñados por los mismos canallas a los que queremos derribar? No quiero sonar derrotista ni llamar a la resignación, pero realmente lo tenemos muy crudo para revertir este panorama.
Qué lástima que no tomemos nota de nuestros vecinos del norte...
La Marsellesa
Estimado armando, creo que no es más que un reflejo de la sociedad en que vivimos que podríamos definir en lo siguiente:
- El fin justifica los medios.
- Lo mío importa más que lo nuestro.
Mientras no vayamos cambiando esto los sinvergüenzas tienen el futuro asegurado.
Un abrazo
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