martes, 9 de diciembre de 2008

UNA CARTA DE ETA

Aquella mañana de mayo de 1.975 la jornada transcurría como de ordinario; nada especial. El hecho diferencial iba a llegar a eso de las 12,30 cuando me indica mi compañero Tomás que quieren verme “esos clientes vascos”.

Los vascos eran Pepe y Antxon, socios y gerentes de una pequeña promotora inmobiliaria que desarrollaba su actividad en el País Vasco y que decidió diversificar su negocio construyendo alguna promoción de apartamentos en la Sierra madrileña. Eran gente con ideas empresariales muy claras y con solvencia suficiente para acometer las promociones que finalmente realizaron. Como es usual en estos casos, solicitaron préstamos hipotecarios para acometer la construcción de las viviendas. Ambas partes entendimos muy claramente nuestro negocio, lo cual ocasionaba frecuentes discusiones por un octavo de punto o un 0,10 % de comisiones. Quizás por ese entendimiento, la facilidad de diálogo y la dificultad de la distancia (ellos residían en el País Vasco), decidieron convertirme en su confesor de Madrid.

Solían venir a Madrid dos o tres veces al año, para seguir “in situ” sus promociones de la Sierra. Todavía recuerdo una vez que, después de comer con ellos en un conocido restaurante de Fuencarral, me llevaron a El Pardo para pasar frente al palacio en el que vivía Franco, única y exclusivamente para que Antxon (nacionalista convencido) lanzase algún “piropo” al dictador. Se entiende que con las ventanillas subidas y bajo la atenta vigilancia de la “guardia mora”.

Pero aquella visita era muy especial. La confesión de aquel día tenía un carácter muy grave. Habían recibido una carta amenaza de ETA y venían a mostrármela y ver la manera de resolver la previsible situación anómala en la que iban incurrir en sus obligaciones crediticias con nosotros.

Recuerdo muy bien el contenido de aquella carta. ETA les comunicaba que la bomba que había destrozado una parte importante de una promoción de viviendas que estaban realizando en el País Vasco era obra suya. Y que el motivo de la bomba era el caso omiso hecho a otra carta anterior, en la que les requería la paralización de aquella obra, por “ir en contra de los intereses del pueblo vasco”. Y por si quedaba alguna duda, les decía claramente que de no hacer caso de estas “advertencias”, las próximas “acciones” serían contra las personas. Mas claro, agua. Todo ello escrito en un perfecto castellano, a excepción de los gritos finales de gora ETA … … y las consabidas consignas panfletarias.

Una cosa es oír que ETA le ha enviado a alguien una carta-amenaza y otra muy diferente es verla y tenerla en tus manos, estando frente a tí los destinatarios. A mí se me caían los palos del sombrajo.

Me ha parecido oportuno contar en estos momentos esta jodida experiencia personal, en la que mi papel fue el de un mero espectador, aunque cercano, de la extorsión y amenazas que estaban sufriendo los que, además de clientes, eran ya mis amigos.

Es muy fácil hacer conjeturas y pontificar sobre el papel que tienen que desempeñar los amenazados por esta mafia. Y es muy fácil decir que no hay que tener miedo en denunciar estos hechos cuando es la vida del amenazado o de sus familiares la que está en juego.

3 comentarios:

julio navarro dijo...

Efectivamente, es muy fácil pontificar y, todavía más, criminalizar a aquellos que sucumben (muy a su pesar, pro cierto) al miedo por sí mismos, o por su familia.

Como se suele decir, es muy fácil ver los toros desde la barrera.

Salut

Anónimo dijo...

La culpa de toda esta situación la tienen el nacionalismo vasco, basta escuchar las recientes palabras de Arzalluz, y el Estado, por absoluta dejación de funciones. Ante semejante panorama, no me extraña que más de 200.000 vascos se hayan visto forzados a emigrar.

Un abrazo.

Elefante Blanco dijo...

Muchísimas gacias por este relato de tu experiencia. Es importante ver y saber las cosas que suceden en directo.

Un abrazo.