Las fechas en las que se abrió la Sucursal de Caja de
Madrid en Algete, coincidían con una de las múltiples fugas de la cárcel de
Eleuterio Sánchez “El Lute”. La dotación
del puesto de la Guardia Civil de Algete, era si no recuerdo mal, de un cabo y
tres o cuatro “números”.
A los
dos días de abrir la Sucursal recibí la visita del cabo de la Guardia Civil.
Quería inspeccionar la Sucursal y enterarse del efectivo que manejábamos. Le enseñé la caja fuerte y
comprobó que estaba anclada al suelo de la Oficina. Opinó sobre la inseguridad del
local, que daba por su parte posterior a un campo y que la puerta de entrada
era muy fácil de abrir (era verdad). Me contó que la apertura de la Sucursal le
iba a complicar la vida. Que “El Lute” merodeaba por allí y un buen día podía
hacer un butrón y llevarse la caja fuerte … … Y
no sé cuántas historias más.
La gente me contaba que era más
intransigente que el cura, cuando en el baile los jóvenes se arrimaban
demasiado. También decían que, tanto él como sus subordinados, dedicaban muchas horas a vigilar la finca “El Soto”.
Esta finca daba trabajo a un buen número de algeteños y era propiedad del duque
de Alburquerque. Tenía el duque en su finca una de las más importantes cuadras
de caballos de carreras de España y él mismo fue un notable jinete.
Durante mi permanencia en Algete, se
inauguró una nueva casa-cuartel de la Guardia Civil. Quedé totalmente
descolocado cuando recibí dos invitaciones para asistir a la ceremonia de
inauguración. Una de ellas me la remitía el Sr. Alcalde, en mi condición de
“Director de la Caja de Madrid”, cuando yo era tan solo un Oficial 2º encargado
de la apertura de una Sucursal. La otra me la remitió el comandante del puesto
de Alcalá de Henares con el mismo tratamiento. En mi corta vida nunca me había
visto en una historia tan protocolaria. Lógicamente tuve que acudir al acto.
Primero la bendición de los locales por el Sr. Cura, luego la alocución
patriótica del Comandante de Alcalá y finalmente un vino español. El vino
español se celebraba en el jardín interior del bar Jamaica. Allí estaban
preparadas unas mesas para acomodar a las “fuerzas vivas” y ahí celebré mi
bautismo en actos oficiales. He de reconocer que el piscolabis fue abundante y
como cosa curiosa recuerdo un jamón colgado entre dos árboles y del que alguien
cortaba unas lonchas de bastante grosor, utilizando una cuchilla de zapatero;
de las de cortar cuero.
Para que no faltara de nada en mis
experiencias de Algete, un buen día, hacia las dos de la tarde, comenzaron a sonar las
campanas de la Iglesia de una forma desconocida para mí. Salí a la calle por
ver qué pasaba y enseguida me informó una vecina que era toque de fuego. Aquel
verano resultó muy seco y se habían incendiado unas tierras del Alcalde. Era
necesario sofocar el fuego o perdería toda la cosecha de trigo.
Precisamente ese mismo día, se habían
producido unos ingresos importantes en efectivo y tenía que llevar a Madrid, el dinero que
excedía del encaje permitido. Todavía no existía Prosegur, ni los transportes
blindados. El dinero lo llevaba yo mismo, envuelto en papel , y debajo del
asiento del conductor de mi Seat 850. Como consecuencia del incendio, la
mayoría de los hombres del pueblo se pusieron a las órdenes del cabo de la
Guardia Civil, que era quien organizaba las tareas de extinción. Paré mi coche
al lado del cabo y me puse a su disposición, a la vez que le preguntaba dónde podía
aparcar el vehículo de forma segura, al llevar dinero. “Sal pitando para Madrid
me dijo; bastantes problemas tengo con el incendio, como para estar pendiente
de un coche lleno de dinero. Hoy ya solo falta que a “El Lute” le dé por venir
por aquí”.
Al día siguiente todo el mundo sabía que
me había ofrecido a apagar el fuego y que no pude colaborar por las razones
expuestas. Ese día tuve que rechazar unas cuantas invitaciones a otras tantas
rondas en el bar. El Alcalde me agradeció personalmente mi interés por la ayuda
que no llegué a dar. Y yo, una vez más, estaba desconcertado. ¡Qué cultura tan
diferente a la de la gran ciudad! Ante una emergencia grave, se olvidaban todas
las rencillas y desencuentros. Todos, sin excepción, colaboraban para resolver
la situación. Una enseñanza más de las muchas que tuve.
1 comentario:
A mí me ha hecho gracia lo de la cuchilla de Zapatero para cortar el jamón. La verdad es que vivías en otro mundo, como si fuera 'El bosque animado' de José Luis Cuerda.
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